El pasado sábado estuve cenando con unos amigos en un restaurante de la Costa Brava. Yo, que he nacido allí, ya no me dejo sorprender por el paisaje, habituado como estoy a la arena, el salitre y el azul intenso que lo domina todo. Mis amigos, no tan acostumbrados a estos detalles, saboreaban sus platos entre murmullos de admiración por la escenografía y, sobretodo, por nuestra indiferencia ante la exuberancia natural que nos acompañaba. A veces, desearía haber nacido lejos de aquí, en un lugar lejano donde el mar fuera sólo un nombre o un sueño. Esto me permitiría vivir de nuevo una primera vez: la primera zambullida, el vaivén solemne del oleaje, el olor verde y profundo de las algas abandonadas, la rugosidad insultante de la arena bajo los pies, el azote del viento a primera hora de la mañana... Sin embargo para mí ya es tarde. He vivido esto y mucho más. Ahora sólo espero poder adiestrar a mis hijos en este disfrute. Ellos todavía son vírgenes en emociones y para ellos "tot estar per fer i tot és possible".
Para Pau, Sandra y Ramón, compañeros de experiencias y emociones.
lunes, 26 de febrero de 2007
cenando con los amigos
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