martes, 23 de diciembre de 2008

Cuento de Navidad

“La moto fantasma”

INTRODUCCIÓN:
Julio 2008
Jubilado pachucho da de baja su moto, una vieja pero resultona Derby Variant. El trámite sigue su procedimiento habitual: Dirección General de Tráfico, Ayuntamiento, y vuelta a casa. En Agosto de 2008 se recibe un documento, firmado por el Director del garito, que acredita la destrucción del vehículo (o sea, que lo que era una moto se ha quedado en un paquete de chatarra como los que procesa Wall-E).











NUDO:
Noviembre 2008

El caso
: Se recibe multa de tráfico por conducir con exceso de velocidad en la autovía de Manlleu. Vehículo: Derby Variant. Propietario: el jubilado pachucho. Curiosamente (o no) la infracción se produce en la autovía de la misma ciudad donde se realiza el penoso trámite de convertir motores en chatarra. Estado actual: desasosiego y mala leche.

El trámite: esposa de jubilado pachucho se persona en las dependencias de la policía local para reclamar y presentar los papeles que acreditan la baja del vehículo y su posterior destrucción. Por suerte los policías aún conservan algo del sentido común de su etapa pre-gorra de plato y comprueban que la probabilidad de que el jubilado pachucho haya reconstruido su “Derby Variant”, escapado de casa rumbo a Manlleu y, en mitad de la noche, infringir el código de circulación, es más baja que la de que Belén Esteban resuelva un Sodoku. O sea, ciencia ficción.











Diciembre 2008

La llamada: timbrazo inesperado del teléfono. Quién se esconde tras el aparato no es otro que el director del servicio de chatarra (digámosle Sr. Wall-E), el mismo que firmó el documento acreditando la destrucción completa del vehículo. Miles de disculpas, argumentos sensibleros y demagogia de “pa sucat amb oli”.

- No se preocupen, yo me encargo de todo, no se muevan, no hagan nada, no reclamen. Yo me encargo, yo me encargo. No quiero gravarles con más molestias, sólo faltaría, a su edad. No se preocupen. Todos los trámites corren de mi cuenta, yo me encargo de todo.
- Silencio y estupefacción.

Diciembre 2008, se acerca la Navidad.

La llamada (y II): Nuevo timbrazo. Otra vez el Sr. Wall-E. Más disculpas, más demagogia y más barretina mal entendida.

- ¿Han recibido algo? ¿Les han molestado de nuevo? ¿Han hecho algo? No deberían recibir nada, me he encargado de todo, no se preocupen, a su edad no es recomendable. Yo me encargo de todo. Precisamente querría pasar por su casa a presentarles mis disculpas formales y a felicitarles, de paso, la Navidad.
- ¿Cree que hace falta? Con sus (desproporcionadas) disculpas ya nos sentimos recompensados…
- Por supuesto que hace falta! Con los problemas que les he causado! Faltaría más! No es molestia, precisamente la semana que viene tengo que pasar por su pueblo camino de Suiza.

DESENLACE:
23 de Diciembre

Al jubilado pachucho y a su esposa no les ha tocado el gordo pero les ha tocado el imbécil. Timbrazo en la puerta. Sorpresa a medias: en el umbral el Sr. Wall-E y su mujer (Eva). Ambos son flamantes exponentes del nuevo rico a la sombra del partido, del “señorito” que al mínimo contratiempo exhibe el carnet que le ha servido para escalar los riscos, siempre amenazantes, de la administración pública. Cuidado con éstos, los domingos va a misa y compran el “tortell”, pero tienen el ordenador lleno de fotos innombrables y documentos protegidos. Cuidadín, cuidadín.

- Buenos días y feliz navidad! Pasaba por aquí con mi señora (estos siempre tienen señora y nunca mujer) y me he acercado a saludarles, repetirles mis disculpas y recordarles que no tendrían que tener ningún otro problema. Me he encargado de todo, todo está en orden, todo sigue su trámite. No sufran, a su edad (¡y dale!) no es conveniente. Pues nada, aprovechando estas fechas les entrego este pequeño obsequio para compensarles por todas las molestias que les he causado. Espero que sabrán disculparme (¿?) y que no me lo tendrán en cuenta (¿?). Si reciben cualquier otra notificación, háganmelo saber a mí antes que a nadie, no quiero que sufran más.
- No hacía falta, con sus llamadas era más que suficiente.
- Insisto, insisto, insisto. Mis disculpas y mis más cordiales felicitaciones. Feliz Navidad y próspero Año Nuevo. Adiós, tenemos prisa, nos vamos.
- Au, adéu!

Ni una mirada, ni un apretón de manos, ni una señal de sinceridad. Todo falso, todo cartón piedra. Se despiden y se pierden calle abajo. Quizás sonríen pensando en qué fácil ha sido saltar el obstáculo. Sonríen creyendo tenerlo todo atado y bien atado. Siguen sonriendo aún pensando en cómo los han engatusado, en cómo los han comprado con cuatro botellas y unas barras de turrón. ¡Qué ingenuos! Qué poco conocen al jubilado pachucho y a su esposa, metáforas del pueblo llano, exponentes genuinos de los supervivientes del día a día, guerrilleros más que soldados.

Que se vayan calle abajo, que se pierdan por las callejuelas del pueblo, que se extravíen y no los encuentren. Supongo que respiraran tranquilos unos días. Pero ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que la próxima moto se salte un semáforo? ¿Hasta que alguien se dé cuenta y ate cabos? Hoy les ha salido barato, mañana quién sabe.

Qué difícil es tener la conciencia tranquila

PD: Juro que lo que cuento en este cuento es cierto. Se preguntarán por la moraleja… búsquenla ustedes mismos, aquí tienen una pista.

1 comentario:

Dña.Manolita dijo...

Buenos días Kaducifolio;
Amena lectura el cuento navideño. Apostaría el refajo a que en la historia hay gato encerrado, o mejor dicho, tigre acojonado.
Tanta disculpa y llamadita telefónica, sabiendo como sabemos las triquiñuelas tramposas que usan los chatarreros, esconde sin duda una “pirulaespañola” que debería ser objeto de investigación policial, pero…la noticia no despierta demasiado interés, solo son dos viejitos desconocidos y sus problemas.