miércoles, 4 de febrero de 2009

Los alumnos muertos

Los buenos médicos lo son por sus pacientes muertos.
Los buenos profesores lo son por sus alumnos suspendidos.

Los médicos se nutren y se aprovechan de aquéllos pacientes que han muerto en sus manos. Esta experiencia, frustrante y sin consuelo posible, enriquece su formación con un "plus" que no tendrían de tener un expediente intachable en cuanto el "debe" y el "haber". Sólo después de pasar por estos tragos, se disfruta plenamente de aquéllos pacientes desahuciados que han devuelto a la vida.

Los profesores tienen el deber de aprovecharse de aquéllos alumnos a los que han suspendido. En contra de la opinión general, el profesor también se frustra con el suspenso pero desde otro punto de vista. Se plantea qué ha fallado, por qué el mensaje no ha calado, cómo sus palabras se han tergiversado y perdido por el camino. Sólo después de pasar por estos tragos, incontables estos días, el buen profesor puede disfrutar plenamente de aprobar con nota a un alumno desahuciado.

En ambos casos sin embargo no debemos olvidar lo siguiente: quién muere es el paciente, quien suspende es el alumno. El médico y el profesor sólo certifican, nunca alientan ni provocan.

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